cuando se encontró con una niña que lloraba
desconsolada por la perdida de su muñeca.
Para calmar a la pequeña, Kafka se invento una
peculiar historia: la muñeca se había ido de viaje,
y él, convertido en cartero de muñecas, tenía una
carta que la llevaría el día siguiente al parque.
Aquella noche Frank Kafka escribió la primera
de las muchas cartas que, durante tres intensas
semanas entregó a la niña puntualmente, narrando
las aventuras de la extraodinaria muñeca desde
todos los rincones del mundo. Ayudándola a
afrontar la pérdida de una manera más amable.